El 25 de febrero de 1948 se fundó la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), organismo dependiente de la Organización de las Naciones Unidas y responsable de liderar y coordinar toda acción encaminada a la promoción del desarrollo económico y social de las diversas naciones que conforman la región. En sus más de 60 años de funcionamiento la CEPAL ha cumplido un rol fundamental en la historia de América Latina en lo que tiene que ver la construcción y consolidación de un pensamiento económico propio de la región, donde se destaca especialmente la teoría económica estructuralista y desarrollista, con referentes principales cómo los economistas Raúl Prebisch, de nacionalidad argentina, y el chileno Osvaldo Sunkel.
Dentro del pensamiento cepalino se destacan igualmente Luis Bértola, uruguayo y PhD en historia económica, y José Antonio Ocampo, colombiano y PhD en economía, quienes publicaron un libro titulado El desarrollo económico de América Latina desde la independencia (Fondo de Cultura Económica, 2013), donde los autores logran recopilar estadísticas de principales variables económicas de la mayor parte de las naciones de la región y hacen un recuento, a partir de estas, de cómo ha sido el proceso de crecimiento y desarrollo económico desde la independencia de estos países hasta nuestros días, mostrando perfiles económicos y características estructurales de la economía latinoamericana, aspectos que sin duda hacen un libro de lectura obligada en el actual contexto económico de la región, ya que el conocimiento de la historia es imprescindible para hablar de desarrollo.
Existen cuatro aspectos que vale la pena subrayar acerca del libro y que necesariamente deben ser analizados objetivamente pensando en el futuro de la región. El primero es el indudable desarrollo que han tenido los países de América Latina, quienes obviamente han tenido ritmos y patrones de crecimiento diferentes, pero han logrado superar y alcanzar etapas de desarrollo que son plausibles. El segundo está relacionado con su problemática estructura macroeconómica, totalmente dependiente de recursos primarios y a la voluntad de las volatilidades de los mercados internacionales, aspecto que ha marcado sus ciclos económicos. Tercero la desafortunada inequidad social y desigualdad económica que ha acumulado y que representa una brecha difícil de cerrar y, quizás, la gran deuda que tienen estos países. Y finalmente, la complejidad de su desarrollo institucional, heredado desde la colonia y con matices muy diversos entre países. Este último aspecto constituye el punto central del debate, ya que del desarrollo institucional se derivan temas tan primordiales como la pobreza, la educación, el desarrollo tecnológico y productivo y la gobernabilidad de un país.
Las instituciones, independientemente del rol que cumplan en una sociedad, son actores del desarrollo y de ellas depende en gran medida el éxito de los procesos y las políticas de un país. Un desarrollo deficiente a nivel institucional se convierte en una grieta dentro del sistema que frena la fuerza de arrastre que trae consigo el crecimiento económico. Una ciudad, un país o cualquier territorio en general, debe cimentar su desarrollo económico y social en unas instituciones fuertes y transversales, que actúen como interfase entre los actores y procesos al interior de la economía.
De este modo, el gran reto de América Latina frente al siglo XXI es consolidar su proceso de desarrollo (que como muestran Bertola y Ocampo tiene una historia significativa y debe servir de aprendizaje), fortaleciendo su crecimiento económico basado en políticas educativas, productivas y de diversificación, pero complementado con un mejoramiento de su tejido institucional que logre materializar el crecimiento en mayores oportunidades y condiciones de vida para su sociedad.
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Área de Investigaciones Socioeconómicas
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